domingo, 19 de septiembre de 2010

Recuerdos de la infancia

Hace ya mucho tiempo que no visitaba este lugar, donde prácticamente he aprendido a comunicarme con la naturaleza desde mi niñez. El río, los barrancos, los bichos (que a pesar de todo todavía respetamos a nuestra edad), las caminatas interminables a las que nos apuntábamos todos los primos. Las comidas de campo con su sabor tan característico (paellas, migas –de harina-, barbacoas, tortillera –que todavía no conozco a nadie que las haya probado alguna vez antes-, etc…).

Y sobre todo la tranquilidad que se respira en aquel lugar. A pesar de tener vecinos (ya quedan muy pocos), no se oye un alma. Las noches sin contaminación lumínica en las que se pueden disfrutar de cada una de las estrellas del firmamento. Sentarse mientras desayunas y poder contemplar una vista que por mucho tiempo que pase no se puede olvidar…

Y su río, nuestro río… mi río. Tantas aventuras hemos vivido en él. Paseando hasta su nacimiento… (pero de eso hablaré otro día),

Sólo puedo decir una cosa, y es que estoy deseando poder volver pronto.

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